Publicado: 4 de Abril de 2018

Si no manejamos con inteligencia el asunto, lo convertimos en un litigio crónico, con heridas. Los padres dejan de ser cooperativos y, lo peor, con hijos adolescentes abdican sus responsabilidades parentales en ellos, creando una interacción familiar disfuncional. Es habitual oir en los juicios: " si el hijo no quiere comunicar con el padre o la madre, pues que haga lo que quiera,yo no lo voy a obligar, ya tiene 13 años"

Partiendo de la base que el divorcio es una esfera más de la vida, ni mejor ni peor, que gran parte de la población probará y asumirá, hemos de gestionar ese divorcio teniendo en cuenta que hay hijos y que, si son adolescentes, sufrirán ya que ellos están buscando sus propios límites y fronteras y un divorcio egoísta, dejará secuelas en la formación de estos hijos, entrando en juego conflictos de lealtades y alianzas. Realmente, el Juez entra en funcionamiento porque los progenitores no saben como resolver sus conflictos y delegan en una tercera persona cómo gestionar las responsabilidades parentales y, con probabilidad, la respuesta judicial será díficil de ejecutar y ocasionará nuevos conflictos.

Sólo si hacemos un ejercicio de responsabilidad determinando que es lo mejor para el adolescente, daremos paso a un divorcio digno,entendiendo que las nuevas situaciones creadas por aquél no son ni buenas ni malas, sino que son distintas.